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miércoles, 28 de septiembre de 2011

RECORRIDOS LECTORES: el por qué, el para qué y el cómo UN LIBRO LLEVA A OTRO LIBRO.

                                                           En realidad, el único consejo que una persona puede darle a otra con respecto a leer es que no acepte consejos, que siga sus propios instintos, que use su propia razón y que siga sus propias conclusiones. Si convenimos en esto me siento entonces en libertad para exponer algunas ideas y sugerencias, pues no les coartarán a ustedes su independencia, la cualidad más importante que el lector puede tener. (...)
“Pero, para disfrutar la libertad, si es perdonable la perogrullada, tenemos, por supuesto que controlarnos. (...) Esa, tal vez , sea una de las primeras dificultades que enfrentamos en una biblioteca(...) poemas y novelas, memorias y libros de historia, diccionarios y libros oficiales, libros escritos por hombres y mujeres de todas las índoles , razas y edades se codean unos con otros en los estantes. (...) ¿Por dónde debemos empezar?  ¿Cómo poner orden en este multitudinario caos para obtener de ese modo, el mayor y más profundo placer de lo que leemos?”
Hace poco, antes de poner por escrito estas ideas tropecé con el excelente ensayo de Virginia Woolf, Un cuarto propio, pero no era – por esas cosas que tienen los libros- , la edición que he leído más de una vez.
 Esta edición, es la edición de editorial AZ que contiene también otros dos ensayos: ¿Cómo se lee un libro? y Mrs Bennet y Mr. Brown.
   Aquí hay algo que me va a interesar, me dije, y en efecto a partir de ¿Cómo se lee un libro? pude plantearme esta charla bajo una luz  más clara que la que podía aportar como especialista en literatura infantil y juvenil, pues era una autora la que hablaba de sus lecturas y, presumiblemente una gran lectora la que introducía cuestiones que hoy, setenta años después  están totalmente vigentes.
Porque aunque la escuela haya cambiado y mucho, la formación de los lectores y las preguntas en torno a la lectura siguen siendo, en muchos casos,  las mismas.
Y supongo que eso es lo que ustedes han venido a buscar aquí: algún modo de expandir el contagioso virus de la lectura- si se lo suelta en un ambiente favorable- y un modo rico y atractivo de ofrecer un recorrido para ciertos  chicos y ciertos jóvenes por algunos libros que ustedes elegirán por razones que vamos más adelante a detallar. (Nótese bien lo de ciertos niños y jóvenes que no he colocado ociosamente, sino para dejar sentado desde el comienzo la individualidad de cada lector y su singularidad).
Además, al ponerme a cobijo de una gran escritora – y, por lo menos a mí me lo parece- ponemos ambos pies en el campo de la escritura para mirar luego desde allí las prácticas escolares y no al revés, como solíamos siempre hacer, asomarnos  por la ventana de la escuela para ver qué de este mundo de las libros para niños y jóvenes- y, particularmente, la literatura- puede servirnos para los fines que dentro de la institución escolar nos proponemos. Decir ahora que para promover la lectura debemos desescolarizarla, sería tal vez, una frase hecha. Pensemos, mejor, cómo leen los lectores verdaderos, los lectores apasionados para ver si podemos reproducir, con la mayor naturalidad posible, esas condiciones al trabajar con nuestros alumnos de cualquier edad.
Pero volvamos a la cita para tomar de allí los elementos que la hicieron digna de ser citada: en primer lugar, aquello de “no aceptar consejos, de seguir los propios instintos” que parecería incoherente con el hecho mismo de estar hablando yo del tema, pero que alude a la libertad del lector, el lector-mediador como son muchos de ustedes para buscar aquellos libros que pueden interesar a ese niño/a a ese grupo que ustedes conocen y que no responde en forma automática a la lista de lecturas sugeridas para esa edad de cualquier especialista por competente que sea o a las indicaciones que los propios libros traen y con las cuales los editores tratan, con la mejor intención , por cierto, de orientarnos acerca de qué tipo de libro y para qué edad es el ejemplar que tenemos entre manos. Con esto quiero decirles que para formular un recorrido lector es necesario leer, y mucho, y estar muy atentos a los gustos, las características y aun el momento que están atravesando aquéllos con los leemos. Porque estoy pensando siempre en situaciones en que no es la lectura el acto solitario que suele ser.
La lectura, cuando se comparte, conserva su cualidad de descubrimiento y la intermediación del adulto permite afrontar mayores desafíos: la complejidad del texto, la temática, la originalidad, las innovaciones en los modos de narrar son acicates para leer y hablar sobre lo leído –que es fundamentalmente  lo que hacen los lectores asiduos: conversar acerca de lo que leyeron.
No es conveniente menospreciar la capacidad de los niños o evaluar que un texto es muy difícil, o muy largo, o muy metafórico sin atreverse a compartirlo. En todo caso, cabe también abandonarlo, que, como dice Daniel Pennac en Como una novela es también un derecho de los lectores abandonar el libro.
No quiero apartarme de este aspecto del tema, al que podríamos llamar qué leer sin repetir –lo digo siempre- que es a ustedes a quien primero debe entusiasmarles, encantarles, enamorarlos ese texto que van a compartir...
La pasión del adulto hace muchas veces posible que los niños disfruten de lecturas que muchos pensarían imposibles y les permite acceder a libros que no hubieran comprendido solos, o hubieran abandonado...
Muchas veces veo esto observando -en mi rol de capacitador docente-  la práctica de colegas de cualquier nivel educativo... ¿comprenderían los niños de cinco años Historia de un amor exagerado de Graciela Montes, si no hubiera estado la maestra enamorada del texto para leerlo? ¿Si no se hubiera tomado la libertad de fragmentarlo? ¿Para crear microsecuencias que – respetando el período de atención de los niños-  mantuvieran el suspenso hasta el siguiente momento de lectura?, ¿qué hubiera pasado si ella- viendo que los personajes están en séptimo grado hubiera concluido que es para niños de esa edad, y lo que es más terrible aún, que sólo a esa edad comienzan los niños a enamorarse? Si la maestra no se hubiera atrevido y no hubiera pasado por encima de muchos prejuicios que el libro planteaba: es largo, no tiene dibujos, los personajes no tienen la edad de los niños y no pueden identificarse con ellos-  ¡este asunto de la identificación merecería toda una charla aparte! – nunca podría yo haber visto las caritas arrobadas de una sala de cinco disfrutando el cuento.
Pero pasemos a otro aspecto: la multitud de obras nos abruma, y, como si fuera poco, el mercado editorial continúa produciendo novedades a un ritmo francamente difícil de acompañar aun para los que estamos pendientes de ellas... Eso, creo, es lo que Virginia Woolf llama “un conglomerado de confusión, poemas y novelas, etc, etc...)” y constituye la cantera donde iremos a buscar los elementos del recorrido lector: un inmenso e intrincado bosque formado por todas las obras que leímos y que leyeron nuestros alumnos, además de recurrir a colegas y amigos para ver cómo voy saltando de libro en libro. 
Pues cada lector y cada mediador que se ve frente a un niño como padre, docente, bibliotecario, percibe en algún momento que hay un modo – no un único modo- de pasar de un libro a otro. Que algunas lecturas atraen para seguir leyendo en un cierto sentido. Por ejemplo, ¿quién no ha visto que un niño o una niña piden uno tras otro cuentos de terror? ¿O algún otro que descubrió que comparte el humor de Ricardo Mariño y quiere leer todos sus libros? ¿O las obras de teatro de Adela Basch le resultan desopilantes? ¿O se enamoró de Bornemann o de María Elena Walsh? ¿O tal vez una docente o una bibliotecaria propuso a un grupo de chicos la lectura de leyendas argentinas? ¿Americanas? ¿Latinoamericanas? ¿Griegas? ¿Universales?
He visto docentes que leen con sus alumnos la saga de Harry Potter-  y otros no los leemos porque pensamos que igual los leerán solos y preferimos hacer pie en alguno de los elementos intertextuales para provocar otras lecturas- o porque un escritor visitará la escuela la bibliotecaria reunió todos sus libros para hacer un recorrido por su obra.
Esto es muy interesante pues, por una parte, permite que se discuta en la institución, pero este libro... ¿para qué grado es? Así aparecen las múltiples lecturas de un texto que se pueden hacer en diversos momentos de la vida y además establece un diálogo entre los niños y el  autor que versa sobre lo que los ha unido en esa oportunidad: los libros, las lecturas, la cocina de la escritura, la carnadura de esos personajes que los hicieron emocionar...Dice Ana María Machado: “El mejor premio para un autor es un buen lector. Un lector que entiende, cualquiera sea su edad, es un presente. Y, cuando entiende, no confunde la relación con el libro con la relación con la persona que lo ha escrito. Para mí lo importante es que mi lector se acerque a mi libro y no a mí. Muchas veces la figura física del escritor puede hasta dificultar el contacto con la obra. Algo que me preocupa mucho es no ser injusta , no privilegiar un lector en detrimento de otros. Si comienzo a conversar mucho con uno ¿cómo voy a hacer para conversar con todos los otros?  Sólo a través del libro, que es justo y democrático. Pero me encanta cuando el lector se manifiesta sobre la obra.” Cuando el encuentro acontece , en la escuela, en una librería, en una feria del libro, casi siempre los niños continuarán además preguntando al autor si le gustan las milanesas, y cuántos niños tiene en casa, y si tiene perro o gato, y hasta -como yo he escuchado en Ushuaia que una niñita preguntaba a Ema Wolf- si los escritores pagan la luz y otros servicios!!!
Pero eso es parte de su encanto y su frescura, pero si además, se ha hablado de libros de su autoría y de otros libros y el escritor ha podido dejar claro cuánto trabajo y placer le ha dado escribirlos y cómo borró y corrigió, la misión está cumplida con creces.
Resumiendo, para recorrer ese camino entre una oferta tan grande de material y el corpus que va a utilizar es necesario que  el propio lector o un adulto que interactúa con un niño o un grupo de niños conozca ese universo que va a explorar. Y que dentro de otros mundos posibles, le guste y quiera saber más de él. También es imprescindible que se contemple qué le gusta a aquellos que van a recorrer con nosotros el sendero.
Para permitir que un libro “llame a otro” hay que conocer muchos y poder elegirlos.
A veces es el tema, el autor, el género, el contraste entre dos tipos textuales -por ejemplo, los osos de los cuentos y los de los libros de Ciencias Naturales- ,el tono en que un mismo tema se trata, un formato determinado –adivinanzas, o coplas, o cartas- lo que tiende un hilo conductor que, sin ser arbitrario, es azaroso, pues los sujetos que están comprometidos en ese paseo son únicos. Y el adulto –aunque parta de un corpus previamente seleccionado- debe ser  receptivo y sensible a las ramificaciones que se van abriendo. Esos niños: ¿son niños realistas? ¿Fantasiosos? ¿Amantes de las ciencias? ¿Ávidos por debatir sobre cuestiones éticas y sociales? Afortunadamente, hay libros para todos.
Ayudar a crecer al lector es mostrarle el bosque con su variedad de árboles, de arbustos, de helechos, de pequeñas flores, de cubresuelos y de hongos... el fantástico mundo de esa espesura que él puede conquistar, en la que se puede perder -evadir, dirían algunos- para volver más sabio al mundo que –dirían otros- es el mundo de la realidad... es ayudarlo a construir  los sentidos  -pues si el texto es literario, no ha de tener un sentido unívoco-  a partir de lo que el texto dice, sugiere, y sobre todo, a partir de lo que el texto calla pues son –en mi opinión- los mejores textos para ser leídos aquéllos que tienen “agujeros” que dejan espacios por donde el lector puede colarse, entrar y colaborar con el autor en la historia que se va tejiendo... aquellos textos demasiado explícitos, que todo lo dicen por miedo a que el niñito -pobrecito- no comprenda son los más aburridos y los más inútiles a la hora de formar lectores autónomos.

Ofrecer diversidad en la selección: no sólo cuentos, sino novelas, la poesía - de tan esporádica aparición, a veces-  las  leyendas, las novelas  policiales, de ciencia ficción, de aventuras, las biografías, los textos teatrales, los libros informativos sobre aspectos de  la Historia, la Geografía, la Biología, la Ecología, las Artes, todo interesa a los niños pues están auténticamente motivados para comprender este mundo al que los hemos traído y en el que inician la ventura de vivir.

También las relaciones que establecemos entre nosotros en la sociedad, sus problemas de toda índole, la ética que guía nuestras acciones, los valores, los prejuicios,  son temáticas que entran con toda fuerza al aula, querámoslo o no los adultos. No olvidemos que, aunque los escatimemos, están presentes todo el tiempo en los noticieros de TV, y en otros muchos programas –más o menos serios, más o menos documentados- muchas veces sin un adulto cerca con el que hablar de ese cuerpo mutilado de otro niño que acaba de aparecer en pantalla.

Para cerrar estas consideraciones, apelo otra vez  a Virginia Wolf.
En el mismo ensayo y hablando de una novela, dice: “... debo leerla como si fuera el último volumen de una larga serie, la continuación de todos los otros libros que estuve hojeando (...) porque los libros se continúan unos a otros, a pesar de nuestra costumbre de juzgarlos separadamente” .
Y al terminar el ensayo Un cuarto propio, cuando exhorta a las mujeres a escribir todo tipo de libros añade: “Porque los libros encuentran la mejor forma de influirse unos a otros. La novela mejorará al contacto con la poesía y la filosofía. (...) la lectura de esos libros parece ejercer una curiosa operación de cataratas en los sentidos, después de la misma vemos con más nitidez, el mundo parece despojado de su velo y dotado de mayor intensidad”.
   Que salgan al mundo con los ojos bien abiertos para entenderlo y para disfrutarlo y para cambiarlo en lo que sea necesario  es algo, que, estoy segura, todos ustedes desean para aquellos niños o jóvenes que están, en alguna medida, bajo vuestra responsabilidad.
   Ojalá haya podido demostrar, que, en su medida, los libros que les ofrezcamos y el modo de leerlos puede contribuir a ello.
    
Alicia Salvi, 18.07.2003. Revisado 15.09.2011.
                                                         

Recorrido: Lobos


Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está… ¿Lobo está?
No, me estoy poniendo harina en mis suaves patitas
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está… ¿Lobo está?
No, estoy llenando mis maravillosos pulmones de aire
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está… ¿Lobo está?
No, estoy afilando mis blancos dientes…

Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está… ¿Lobo está?
Sí… lobos y lobas están en cientos de relatos, leyendas, fábulas, mitos,  cuentos y novelas de la literatura universal. Desde la loba que alimentó a Rómulo y Remo, el lobo feroz de Caperucita Roja y de los Tres Chanchitos, el lobo que domesticó San Francisco de Asís, el lobisón u hombre lobo, el famoso Colmillo Blanco, hasta los más recientes lobos de la saga de Crepúsculo…
Los lobos, esos seres que asustan y a la vez seducen por su ferocidad, por su inteligencia, por su mirada de perros indomables… 
Aquí, algunos lobos que habitan en los libros.




BIBLIOGRAFÍA:
-       ¡Cataplum! Philippe Corentin. Barcelona: Corimbo, 2006.
-       ¡Chaf! Philippe Corentin. Barcelona: Corimbo, 2000. 
-       ¡De repente! Colin McNaughton. Colombia: Norma, 2010.
-       ¡Grrr! Jean Maubille. Barcelona: Océano, 2009.
-       ¡La verdadera historia de los tres cerditos! por S. Lobo. Jon Scieszka. Il. Lane Smith. Nueva York: Scholastic.
-       ¡Qué llega el lobo! Émile Jadoul. Zaragoza: Edelvives, 2003.
-       ¡Un lobo! Alex Sanders. Barcelona: Corimbo, 1999.
-       “¿Qué quieres lobito?” y “Cinco lobitos” en Pisa pisuela color de ciruela. Poesía de tradición oral. Susana Itzcovich (comp.). Il. Julián Roldán. Buenos Aires: Lugar, 2003.
-       “Blanco” en Sucedió en colores. Liliana Bodoc. Il. Carolina Farías. Buenos Aires: Alfaguara, 2011.
-       “Caperucita Roja y el lobo” y “Los tres cerditos” en Cuentos en verso para niños perversos. Roald Dahl. Il. Quentin Blake. Buenos Aires: Alfaguara, 2008.
-       “Después de los lobos” en Amigos por el viento. Liliana Bodoc. Il. José Sanabria. Buenos Aires: Alfaguara, 2008.
-       “El caballero hombre lobo” en El árbol de los soles. Henry Gougaud. Editorial Crítica, 1990.
-       “El lobo y el carnero”; “El perro y el lobo”; y “El lobo y el perro” en Las mejores fábulas de todos los tiempos. Esopo. Buenos Aires: Longseller, 2008.
-       “El lobo y el cordero en el sueño de la niña”. Marina Colasanti. Cuento inédito publicado en Revista Imaginaria Nº 235, 15 de agosto de 2008.
-       “El lobo y los siete cabritos” en Pulgarcito y otros cuentos. Jacob y Wilhelm Grimm. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1981.
-       “El lobo” de Cayo Petronio Árbitro, en Antología de la literatura fantástica. Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Buenos Aires: Sudamericana, 1999.
-       “Los motivos del lobo”. Rubén Darío. 1913. Publicado en http://literatura.territoriodelobos.com
-       “Nana para un lobo miedoso” en Nanas para bichos inquietos. Liliana Moyano. Il. Ivana Myszkoroski. Córdoba: Comunicarte, 2004.
-       “Romance de la loba parda” en Romances, coplas y canciones. Daniel Friedenberg (selección). Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1981.
-       “Rómulo y Remo” en Leyendas universales. Julia Daroqui. Il. Gustavo Mazali. Buenos Aires: Sigmar, 2006.
-       A veces la Sombra. Historia de un monstruo solitario. Esteban Valentino. Il. Sandra Lavandeira. Buenos Aires: Alfaguara, 2009.
-       Caperucita Roja (tal como se la contaron a Jorge). Luis María Pescetti. Il. O´Kif. Buenos Aires: Alfaguara, 2005.
-       Caperucita Roja II. Esteban Valentino. Buenos Aires: Colihue, 1995.
-       Caperucita Roja, Verde, Amarilla, Azul y Blanca. Bruno Munari y Enrica Agostinelli. Madrid: Anaya, 1998.
-       Caperucita Roja. Pepe Maestro. Il. Miguel Tanco. Zaragoza: Edelvives, 2009.
-       Comillo Blanco. Jack London. Buenos Aires: Gárgola, 2004.
-       Dos lobos blancos. Antonio Ventura. Il. Teresa Novoa. Zaragoza: Edelvives, 2004.
-       Edu, el pequeño lobo. Grégoire Solotareff. Barcelona: Corimbo, 2002.
-       El estofado del lobo. Keiko Kasza. Colombia: Norma, 1998.
-       El lobito bueno. José Agustín Goytisolo. Il. Juan Ballesta. Barcelona: edebé, 1992.
-       Érase una vez. José Agustín Goytisolo. Il. Crist. Buenos Aires: Colihue, 2008.
-       Érase veintiuna veces Caperucita Roja. AAVV. Valencia: Media Vaca, 2006.
-       Juguemos en el bosque. Mónica Bergna. Venezuela: Ekaré, 2003.
-       La Caperucita Roja. Leicia Gotlibowski (texto original de Charles Perrault). Buenos Aires: Del Eclipse, 2006.
-       Lo que el lobo le contó a la luna. Lucía Scuderi. Barcelona: Juventud, 2002.
-       Lobo cola gris y otros cuentos con cola. Olga Drenen. Il. Greta Luna. Buenos Aires: Quipu, 2005.
-       Lobo Rojo y Caperucita Feroz. Elsa Bornemann. Il. Oscar Delgado. Buenos Aires: El Ateneo, 1991.
-       Lobo. Olivier Douzou.  México: Fondo de Cultura Económica, 1999.
-       Lobos. Emily Gravett. México: Castillo, 2010.
-       Los 3 cerditos. Cyril Hahn. Zaragoza: Edelvives, 2006.
-       Los lobos de la pared. Neil Gaiman. Il. Dave McKean. Bilbao: Astiberri, 2008.
-       Los siete cabritillos y el lobo. Adap. Luz Orihuela. Il. Marta Montañá. Barcelona: Combel, 2003.
-       Los tres cerditos. David Wiesner. Barcelona: Juventud, 2003.
-       Los tres lobitos y el Cochino feroz. Eugene Trivizas. Il. Helen Oxenbury. Venezuela: Ekaré, 1994.
-       Papá lobo. Ophélie Texier. Barcelona: Corimbo, 2000.
-       Ser el lobo. Bettina Wegenast. Il. Catarina BuBhoff. Colombia: Norma, 2007.
-       Tío Lobo. Xosé Ballesteros. Il. Roger Olmos. Pontevedra: Kalandraka, 2000.
-       Todas las lunas son mías. De lunáticos, duendes y hombres lobo. Coton, L. y Actis, B. Il. Nana González. Rosario: Homo Sapiens, 2007.
-       Un lobo así de grande. Natalie Louis-Lucas. Il. Kristien Aertssen. Barcelona: Océano, 2007.